El Mindfulness no es una técnica, es un modo de estar en el mundo, de interactuar con nosotros mismos y con todo y todos los que nos rodean. Por eso no existe un solo ámbito de nuestra vida en que no podamos poner en práctica los principios de la atención plena.
Con frecuencia asociamos el Mindfulness a la meditación, a las diferentes técnicas de respiración o a la relajación. Y aunque esta filosofía de vida va ganando popularidad en occidente y más personas se orientan hacia ella, todavía existe un concepto muy limitado de su utilidad.
Una de las áreas en las que mayor importancia adquiere la atención plena es la alimentación. Y subrayo su importancia por ser una acción imprescindible para la supervivencia, realizada varias veces cada día, que puede ser fuente de salud o enfermedad, e incluso convertirse en un problema o trastorno psicológico, tal es el caso de la bulimia o anorexia nerviosas, el trastorno por atracón o algunos casos de obesidad.
¿Qué beneficios tiene la alimentación consciente?
Podríamos simplificar esta explicación diciendo que el Mindful Eating nos enseña a escuchar a nuestro cuerpo, para ser conscientes de sus necesidades y de sus procesos. Sólo así podemos cuidarlo realmente.
Es difícil encontrar a alguien que no haya comido alguna vez para calmar un estado emocional desagradable. Volver estresado del trabajo, sentirse abatido después de una ruptura amorosa, un enfado por la discusión con un amigo, y un largo etcétera de situaciones que nos alteran. En estas circunstancias, lo que estamos haciendo es tragar las emociones, tragando la comida.
Lo que tratamos de hacer prestando atención plena mientras comemos es ser conscientes del motivo por el que comemos y el modo en que lo hacemos.
¿Cómo se come de manera consciente?
Si nos detenemos un minuto a pensarlo llegaremos fácilmente a la respuesta, ya que los principios de la alimentación consciente son muy intuitivos. A saber:
- No hay que cuidar sólo lo que comemos, sino cómo comemos.
Lo ideal es reducir al máximo el número de estímulos a la hora de comer. La televisión, el móvil, el periódico, etc, tan sólo actúan como distractores. Si les prestamos atención a ellos, no somos plenamente conscientes de los alimentos que ingerimos, de su cantidad, sabor, calidad, ni de la velocidad a la que comemos.
Es recomendable además que en la mesa no haya gran cantidad de comida. Es decir, sólo tendremos delante aquello que estamos comiendo en cada momento. Primero un plato, luego otro.
- Es necesario diferenciar el hambre física del hambre emocional
Hambre física o Hambre emocional
El hambre que nos provocan nuestras emociones se dirige generalmente hacia un tipo concreto de alimento, que suele caracterizarse por ser rico en grasas o azúcares y no requerir una gran preparación. El hambre emocional suele aparecer de manera repentina, incluso aunque hayamos comido recientemente.
- Se puede comer con los cinco sentidos.
¿Por qué limitarse a disfrutar simplemente del sabor de los alimentos? Podemos disfrutar también de su olor, de su aspecto, de su crujido al ser mordidos o incluso de su textura si es algo que comemos con las manos. No hay más que fijarse en esos detalles.
- No podemos olvidar la importancia del agua en nuestra alimentación.
Hoy en día ya todos sabemos que se recomienda beber agua en tragos cortos a lo largo del día, y no durante las comidas. Podemos beber un vaso de agua unos quince minutos antes de empezar a comer –desayunar o cenar-. Así preparamos al organismo para recibir y digerir los alimentos.
Desde la filosofía Mindfulness cada cosa tiene su momento y no debemos realizar varias acciones a la vez, es lo que se denomina, tener unidad mental.
La alimentación consciente nos propone comer de manera intuitiva, atendiendo a nuestro cuerpo, comprendiendo su funcionamiento y sus necesidades. Con esto no queremos decir que haya que censurar esas ganas de comer un alimento sabroso que sabemos no es absolutamente necesario: un helado, una ración de tarta, unas patatas fritas… Lo que tratamos de conseguir es que toda la alimentación sea consciente, no fruto de un impulso. Si después de escuchar a nuestro cuerpo y darnos cuenta de que no necesita ese helado, queremos deleitarnos con su sabor, ¿por qué no hacerlo? La clave está en que si comer ese helado ha sido una decisión consciente, no nos asaltarán más tarde los remordimientos.