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Trastorno por atracón

No es extraño que en alguna ocasión hayamos comido hasta sentirnos completamente llenos, hasta “no poder más”. En una cena de Nochevieja, en una boda, después de una ruptura de pareja, o durante la semana más intensa de exámenes finales. De manera puntual, este acto, aunque pueda provocar malestar de estómago y algún remordimiento, no supone un problema alimentario. Sin embargo, para las personas que sufren el Trastorno por Atracón, estas “comilonas” son habituales, lo que sí provoca consecuencias muy negativas para su salud, física y emocional.

¿Qué es el trastorno por atracón?

Si pensamos en Trastornos de Alimentación, dos trastornos viene a la memoria en primer lugar, anorexia y bulimia nerviosas. Sin embargo, existen otros problemas relacionados con la alimentación que resultan menos conocidos, están menos investigados y se diagnostican con menor frecuencia. El que nos ocupa hoy es uno de ellos.

Las personas  que lo padecen tienen episodios recurrentes de atracones, es decir, ingieren cantidades de comida mayores de lo habitual o en menor tiempo, sintiendo que no ejercen control sobre sus actos, “que no pueden parar”.  Estos atracones los llevan a cabo en solitario debido a la vergüenza asociada a ellos, y al malestar y arrepentimiento que les sobreviene después.

Aunque lo dicho hasta ahora pueda recordar a la Bulimia Nerviosa, en el Trastorno por Atracón no se realizan las llamadas conductas compensatorias características de la bulimia –vómitos, laxantes, ayuno prolongado, ejercicio físico intenso, etc- .

¿Cuáles pueden ser las causas del trastorno por atracón?

Existen algunos estudios que apuntan a que podrían existir factores biológicos relacionados con este trastorno, más concretamente, que haya genes implicados. En otras investigaciones se sugiere que un déficit de serotonina podría dificultar el autocontrol necesario para resistir el impulso de comer. No obstante, estos resultados aún no están suficientemente comprobados.

Ingesta emocional

Un conflicto emocional sin resolver, un estado depresivo o una elevada ansiedad pueden estar en el origen –junto a otros factores- del Trastorno por Atracón. Dos de los ejemplos del comienzo hacen referencia precisamente a este concepto. Comer dulces después de que nuestra pareja nos deje o “picotear” entre horas sin parar mientras estudiamos para los exámenes finales. En estas dos situaciones estamos comiendo sin tener hambre, estamos utilizando la comida para calmar una emoción intensa, para conseguir una regulación emocional.

No hay auténtico disfrute en comer de este modo, sólo una descarga, un modo de distraerse de un problema que nada tiene que ver con el estómago y el cuál nos asusta enfrentar.

Durante estos episodios, no hay  conciencia de lo que se ingiere. El modo de comer es automático, rápido y distraído. En algunas ocasiones la persona lo hará para apaciguar emociones muy intensas, en otras, para sobrellevar el aburrimiento.  En ambos casos, esta forma de comer inadecuada puede llevar a una persona a comer en exceso sin que ésa sea su intención.

La alimentación es en sí misma una fuente de placer. Pero en los atracones no se come por placer sino para eliminar malestar.

Cuando esta pauta de alimentación, este modo de comer “automático” se instaura como un hábito y a eso se suma un conflicto psicológico sin resolver, aumentan las probabilidades de que la persona  termine sufriendo un Trastorno por Atracón.

¿Qué consecuencias tiene el trastorno por atracón?

Una sobreingesta prolongada va a derivar inevitablemente en un aumento de peso. Que éste aumente hasta unos valores peligrosos para la salud va a depender de múltiples factores como el peso de la persona antes de desarrollar el trastorno, la frecuencia de los atracones o el tiempo durante el cual se den estos episodios. Un aumento excesivo de masa corporal puede provocar complicaciones médicas como la hipertensión arterial, un nivel elevado de colesterol, diabetes o riesgo cardiovascular.

No obstante, las complicaciones físicas tardan más en hacer su aparición. Más inmediatos son los síntomas psicológicos y emocionales, desde depresión, ansiedad, insatisfacción con la propia imagen, hasta deterioro de las relaciones sociales y de pareja debido a una baja autoestima. La depresión podría ser tanto una causa como una consecuencia del trastorno.

¿Cómo se trata el Trastorno por Atracón?

Aunque los trastornos de la conducta alimentaria suelen prolongarse durante muchos años, debido al secretismo con el que la persona lo lleva, la vergüenza que puede sentir al pedir ayuda o incluso la falta de conciencia del problema, existen tratamientos eficaces para ellos. Como en cualquier problema de índole psicológica, el tratamiento debe ajustarse a las peculiaridades de la persona y su situación. Por norma general, se plantea como objetivos:

  • Reducir /eliminar los atracones
  • Alcanzar el bienestar emocional
  • Reducción de peso (si existiese sobrepeso)

Y el tratamiento suele incluir:

  • La intervención nutricional, para reducir y regular las calorías ingeridas y evitar un mayor aumento de peso.
  • En ocasiones, se realiza una intervención médica, con ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina) para tratar síntomas depresivos y de impulsividad.
  • Intervención psicológica, para conseguir la adherencia a los otros dos tratamientos y tratar los síntomas emocionales, ayudar a la persona a gestionar de otro modo sus emociones y disminuir el riesgo de recaídas.

Algunos de los puntos más importantes del abordaje psicológico, que ya hemos adelantado al hablar de las consecuencias, serán:

  • Trabajar las dificultades emocionales que hay detrás de los síntomas. Ese vacío o dolor emocional que la persona intenta curar con comida.
  • Conseguir una alimentación consciente. Que la persona se dé cuenta de si es hambre lo que siente, qué está comiendo y en qué cantidad, cuál es el sabor exacto de los alimentos y la necesidad de masticarlos.

No debemos olvidar que los atracones son el síntoma que nos indica que hay un problema sin resolver escondido en alguna parte, y es ése precisamente el objetivo de la terapia.

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