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Cómo tolerar la incertidumbre

Abundan las listas de consejos sobre cómo manejar este nuevo estilo de vida que debemos seguir en el estado de alarma. Yo no voy a hacer otro inventario de recomendaciones porque considero que no puedo aportar una nueva, ni para las que os quedáis en casa ni para las que salís a trabajar. Ya habéis leído suficiente información.

Lo que he decidido hacer es compartir con vosotras un recordatorio que yo misma he necesitado hacerme estos días pasados.


He hablado con distintas personas en la última semana, y he visto que hay un tema que se repite, por diferentes motivos, en todas las conversaciones. La preocupación por las consecuencias a medio y largo plazo que tendrá esta situación. Nadie tiene una respuesta veraz a la pregunta ¿y qué va a pasar después? Existe una gran cantidad de predicciones catastrofistas, quizá tantas como pronósticos positivos y esperanzados. En otras palabras, todas tenemos una incertidumbre absoluta.

Incertidumbre, miedo a lo desconocido, sensación de falta de control, impaciencia, ansiedad, nerviosismo, etc

En una situación semejante, en la que desearíamos tener la capacidad de predecir el futuro ¿qué hacemos? Nos preocupamos. Porque creemos que si pensamos mucho en un posible problema, imaginamos todos los desenlaces posibles, y lo mantenemos en nuestra mente durante todo el día, podremos estar preparadas, ser precavidas y evitar que algo malo suceda.

Cuando nos preocupamos por un futuro incierto, estamos tratando de corregir o modificar algo que aún no ha ocurrido. Y si aún no ha sucedido y ni siquiera tenemos la seguridad de que vaya a ocurrir ¿cómo vamos a intervenir sobre eso si todavía no existe?

Sí, podrás decirme: “pero es que si lo pienso con antelación puedo prevenir o prepararme para ello”. Por supuesto. Si vas a hacer un viaje en coche de 600 kilómetros y temes quedarte sin gasolina o que falle una rueda, sería útil que te preocupase el nivel de combustible del depósito y la presión de las ruedas y te adelantases a posibles sustos.

Y una vez que ya has valorado que podrían pasar las opciones A, B y C. y has decidido también qué harás si pasa A, si pasa B y si pasa C. ¿Por qué seguir pensando en ello?

Ya te has preparado, seguir dándole vueltas no aporta nada nuevo.

Bueno, sí, aporta ansiedad. Porque tener tu atención siempre puesta en un futuro incierto, un tiempo que aún no existe y por lo tanto no está bajo tu control, genera ansiedad, miedo y angustia. Así que si te pillas en este proceso, trae de nuevo tu mente al presente.

La preocupación constante se convierte en una herramienta para sentir control sobre un futuro incierto.


¿Por qué utilizamos así la preocupación?

Porque no toleramos la incertidumbre.

  • No estamos tolerando la incertidumbre si evitamos lugares o actividades porque no conocemos con exactitud qué y cómo va a ocurrir.
  • Tampoco estamos tolerando esta sensación si constantemente revisamos lo que ya hemos hecho y buscamos más y más información sobre ese problema.
  • O si hacemos la misma pregunta a otras personas buscando siempre una misma respuesta tranquilizadora.
  • Si no somos capaces de delegar en otras personas porque creemos que si nosotros nos encargamos, lo haremos de la manera correcta. Tal vez otra persona lo haría mejor, pero nosotras no podríamos revisar y comprobar el proceso, por lo tanto nos quedaría siempre la duda de si realmente se hizo bien.

¿Podemos hacer algo para tolerar mejor la incertidumbre?

Te propongo dos cosas que puedes hacer.

Primero plantéate:

Esto que me preocupa es posible que suceda pero ¿es probable? ¿Qué probabilidad tiene?

Evitar que suceda ¿de qué depende? Y de esos factores o causas ¿cuáles están en mi mano? Hay factores que dependen de mí y otros que no ¿a cuáles les estoy prestando más atención?

¿Qué emociones y sentimientos experimento cuando estoy preocupado/a? – tal vez miedo, enfado, inquietud…- ¿Y cómo reacciono? –tal vez me desconcentro, alzo la voz, lloro…-

Y ahora observa y reflexiona:

Todas nuestras emociones son naturales, algunas son muy agradables y otras estorban un poco. Pero debemos tener claro que no desaparecen si las ignoramos.

Así que observa qué sientes. Descríbelo con tus propias palabras. Ponle nombre, hazle un hueco en tu mesa e intenta conocer mejor a esa invitada: ¿de dónde viene? ¿por qué está aquí? ¿por qué te molesta tanto su presencia? ¿qué te dice? ¿qué necesita de ti? Ese diálogo mental que tiene lugar entre tú y ella puede no ser el que más te conviene, así que habla de otro modo con tu emoción, no te enfades con ella ni la ignores o la expulses. Sólo cambia tus palabras y tu modo de explicar la situación.

Si has leído este artículo hasta el final, te doy las gracias por tu atención.

Déjame recordarte que todo lo que acabas de leer no sólo es aplicable en el momento actual en el que vivimos un estado de alarma a nivel mundial. También lo es para todas las grandes o pequeñas preocupaciones e incertidumbres de tu vida. Al fin y al cabo, nuestra ansiedad, nuestra intranquilidad, se gestionan del mismo modo, con independencia de cuál sea su detonante.

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