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El poder (negativo) de las quejas

Soy una firme defensora del derecho a la pataleta.

Considero que a veces es necesario dar un golpe en la mesa, cruzar fuertemente los brazos sobre el pecho y decir bien claro, con el ceño fruncido, que algo está mal, que nos molesta o nos cabrea.

Defiendo también el derecho a lamerse las heridas.

Cuando algo nos hace daño podemos acurrucarnos en un rincón y autocompadecernos durante un rato.

Del mismo modo defiendo que estos dos derechos son temporales. Tienen fecha de caducidad, a partir de la cual no deberíamos seguir usándolos para evitar los daños secundarios que nos pueden causar.

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