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Dependencia tercera edad

El Síndrome del Cuidador

¿Qué es el Síndrome del Cuidador?

Se le llama así a un conjunto de síntomas que sufren algunas personas que desempeñan el papel de cuidador principal de una persona en situación de dependencia. Este síndrome supone un  agotamiento tanto físico como mental, muy similar al estrés laboral elevado, el conocido como Burn Out.

Gran número de situaciones de dependencia están causadas por diferentes tipos de demencias, en las que, habiendo un deterioro progresivo, el cuidador –y también la persona enferma y todo su entorno- se ven obligados a adaptarse rápidamente a cambios que no siempre se pueden prever.

En muchos casos, el cuidador no asume voluntariamente ese rol, son más bien las circunstancias las que se lo imponen. Así, se ven repentinamente asumiendo unas responsabilidades para las que nadie está preparado, y que consumen gran energía y tiempo.

La noticia de que un ser querido tiene una enfermedad neurológica que le causa una demencia puede ser abrumadora en un primer momento, sin embargo, no hay mejor aprendizaje que el que se hace día a día, “sobre la marcha”, solicitando toda la ayuda e información necesarias, para lo que existen diferentes asociaciones y profesionales a los que acudir.

Ajustar la vida de toda la familia a esta nueva situación requiere comunicación y planificación. En la medida de lo posible, las tareas y responsabilidades que surgen deben estar repartidas, para evitar que sea una sola persona la que asuma toda la carga. A pesar de que los trabajos se repartan, suele haber una persona que ejerce un papel principal en el cuidado de la persona enferma, y es él o ella la más vulnerable al síndrome del que hablamos hoy.

¿Cómo le afecta al cuidador?

  • A nivel físico: fatiga, alteraciones del sueño, dolores de cabeza y musculares, y un deterioro del sistema inmunitario debido al estrés.
  • A nivel psicológico: puede experimentar sentimientos de tristeza, desesperación, impaciencia, indefensión, enfado, irritabilidad, culpa o preocupación.
  • En sus relaciones sociales: la dependencia de su familiar puede producir problemas en el trabajo, falta de intimidad, y menos momentos de ocio.
  • Dificultades económicas: debido a los gastos médicos y otros que exige la enfermedad, y también como consecuencia, en ocasiones, de tener que dejar su empleo o reducir su jornada laboral.

Muchas veces el cuidador no es consciente de estar padeciendo estos síntomas, y son las personas que le rodean las que perciben el inicio del Síndrome del Cuidador. En estos casos, lo mejor es que, con delicadeza, le hagan saber que se preocupan por los cambios que han visto en él o ella.

Aunque puede existir cierto sentimiento de culpa en el cuidador al pensar en quitar tiempo de cuidado al enfermo para dedicárselo a sí mismo, es fundamental recordar que para poder ayudar a otros, nosotros necesitamos estar bien.

Recomendaciones para evitar el Síndrome del Cuidador:

  • Dormir lo suficiente: la cantidad de horas puede variar de una persona a otra, pero nunca debe ser menos de seis horas.
  • Practicar ejercicio físico: es una buena manera de generar endorfinas (“la hormona de la felicidad”). Si además lo practica con alguien, los efectos beneficiosos se duplican. No es necesario un ejercicio intenso, esto dependerá de la forma física y las preferencias de cada uno.
  • Practicar alguna técnica de relajación: las hay realmente simples como las basadas en la respiración.
  • Si es posible, no abandonar su trabajo fuera de casa: no sólo supone esto un refuerzo económico, sino también unas horas de contacto con otras personas más allá de la labor de cuidado.
  • Encontrar tiempo de ocio, con pareja, amigos, etc, sin sentirse culpable por divertirse, ya que no está desatendiendo al enfermo.
  • Para que esto sea posible, es necesario pedir ayuda, a profesionales para algunas cosas, y a otros familiares para otras. Planificar todo aquello que se deba hacer y también aquello que se quiera hacer.

Por supuesto, si uno, por sí mismo, se ve incapaz de revertir estos síntomas, no debe dudar en acudir a un profesional. Existen diversas asociaciones de familiares que pueden echarle una mano, y numerosos psicólogos que estarán capacitados para ayudarle. No hay que olvidar que se trata de una situación nueva, altamente exigente, para la que nadie nace preparado.

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