Un acto de comunicación se compone de tantas partes como personas participen en la conversación, pero podemos acotarlo a dos simples acciones: escuchar y hablar. Generalmente no pensamos en estas acciones mientras las realizamos, estamos tan acostumbrados a hacerlas constantemente que surgen de manera automática, pero, ¿escuchamos y hablamos correctamente? ¿Conseguimos comunicarnos o sólo intercambiamos frases?
En ocasiones experimentamos incomodidad cuando iniciamos una charla con alguien, conocido o no, o nos frustramos en el intento de hacerle entender a alguien aquello que nos ocurrió, o nos enfada sentir que nuestro interlocutor no nos está prestando atención, o nos confunde y sorprende por qué alguien está tan afectado por un hecho que no creemos tenga tanta importancia.
En todas estas situaciones, lo que está fallando es la comunicación, o bien alguien no está escuchando apropiadamente, o alguien no está expresándose de la manera adecuada.
Empecemos por escuchar.
Seguro que has oído hablar de algo llamado “escucha activa”, que suele definirse como la atención, concentración y conciencia centrada en el interlocutor. Es más sencillo de lo que puede parecer. No es más que, durante la conversación, prestar atención a las palabras y sentimientos de la otra persona, en lugar de sacar conclusiones y emitir juicios de lo que se nos está contando.
Imaginemos lo siguiente:
Tu amigo te está contando que le han despedido de su trabajo. Y te lo cuenta con entusiasmo, alegre, te dice que es lo mejor que le podía pasar en estos momentos.
Lo primero que se te pasa por la cabeza quizá es “¿qué haría yo si me ocurriese lo mismo?”, o puede que pienses que tu amigo es un irresponsable, un inconsciente que no valora la situación como es debido, o que en el fondo era un despido anunciado porque tu amigo es un poco vago y nunca llegaba a su hora.
Pero ¿qué tal si en lugar de esto, ignoras esos primeros pensamientos y prestas atención a la historia, a las emociones que te está transmitiendo? ¿Y si en vez de pensar inmediatamente en lo que le vas a contestar, prestas atención al modo en que él ve su situación?
Esto sería abandonar nuestro punto de vista y ver la situación desde los ojos de otro. Esto, es tener empatía.
¿Cómo ser empático?
- Centra tu atención en las palabras, gestos y miradas de tu interlocutor, intentando comprender qué es lo que te está transmitiendo. ¿Te cuenta que ya ha superado la ruptura de pareja mientras mira al suelo, se retuerce las manos y se le entrecorta la voz? Percibe esos detalles.
- No juzgues lo que te está relatando. No importa si en su situación tú no hubieras actuado igual. Es su historia, trata de entenderla, no de sentenciarla.
- No le respondas dándole consejos sobre qué debería hacer (a no ser que él o ella te pida expresamente que le asesores)
- No le restes importancia a lo que dice sentir con frases del tipo “no es para tanto” o “ya se te pasará”. Aunque tu intención sea buena, lo que en realidad le estás transmitiendo es “te quejas de vicio”, “te estás poniendo un poquito dramático”. ¿Qué sientes tú cuando alguien te responde con una de estas frases en un momento emotivo?
- Si tienes dudas sobre haber entendido bien lo que te cuenta, haz preguntas. Di abiertamente qué es lo que no entiendes. Si alguien a quien acabas de conocer te dice que trabaja como “estilista de comida” (sí, es un trabajo real) y tú nunca has oído hablar de ello, no finjas que lo sabes diciendo “Ah, sí? Y ¿cuánto tiempo llevas dedicándote a eso?”. Reconoce que no tienes ni idea y pregunta “Alguna vez he oído hablar de eso, pero no sé exactamente en qué consiste tu trabajo”. De este modo conectarás realmente con esta persona y le harás sentir un poco mejor- ¿a qué persona no le gusta que muestren interés en ella?-.
- A propósito del punto anterior, deja que te explique aquello que conoce mejor que tú. Esto te conecta realmente con lo que está diciendo, a la vez que le haces sentir competente.
No olvides que no sólo te comunicas con tus palabras, también tus gestos, tu mirada, tu postura y el tono de tu voz aportan contenido.
Una respuesta a «Cómo comunicarnos mejor»
Ay Andrea, me ha gustado mucho el punto cuatro, la manía del «no es para tanto», «no es nada», que tanto decimos no solo a los adultos, también a los niños, a estos mil veces al día. A los pobres nos pasamos el dia quitándole importancia a casi todo, como si no pudiéramos entender que desde su punto de vista, sin otro tipo de preocupaciones como las de los adultos, sí que pasa algo y sí «es para tanto». Si con los adultos nos falta empatía, con los niños ya no sabría cómo expresar la enorme falta de empatía que tenemos sin ni siquiera darnos cuenta…